miércoles, 25 de junio de 2008

Cuento Fantástico Interrogante

¿Quién podría dudar de su condición de superhéroe, si manejaba la intensidad de la electricidad a gusto y sin sufrir una mínima quemadura, sin siquiera sentir una tenue descarga o, cuanto menos, evidenciar una sutil sacudida? ¿Quién osaría enfrentar a un ser humano con semejante don? Pero, ¿acaso nadie se preguntó cuál podría ser su punto débil o talón de Aquiles? ¿Nadie lo descubrió? ¿A nadie le daba curiosidad por saber?.
Ahora bien, la labor del buen periodista no se basa en indagar, en cuestionar para divulgar?. Entonces, ¿porqué todos odian a Mario Cuenca, a un ignoto tucumano moreno, de corta estatura y férreos valores que sólo hizo lo que creyó correcto en su trabajo? ¿Por qué condenan a un obrero de la información que fue capaz de cuestionarse lo que nadie se cuestionaba, de investigar lo que todos se preguntaban y de alcanzar la verdad que todos pretendía velada ad eternum?.
¿Qué sentirá el periodista segregado cada vez que se ve en el aprieto de confesarse 'inocente' en voz alta y ante un público de mirada hostil, irredimible e incrédulo? ¿Qué entienden ellos de su oficio? ¿Qué entienden ellos de su amor por lo que es… o lo que era?
Pero también, Mario querido, ¿cómo no advertiste que no se puede dar a conocer lo que debilita a un justiciero, lo que neutraliza al hombre-rayo, al que todos vitorean y veneran? ¿Quién te aconsejó publicar esas líneas impertinentes, blasfemas, heréticas? ¿Dónde están ahora esos editores que te palmearon la espalda cuando dijiste ‘el protector de la ciudad me concedió la entrevista’? ¿Dónde está el jefe de sección que gritó, al lado de la imprenta, ’80 líneas Cuenca, no acepto menos’? ¿Dónde los colegas que prometieron ese asado, picada y mistella incluidos? ¿¡Dónde los lectores que escribían cartas al diario elogiando ‘su compromiso y seriedad’!?... Bah!
¿Y, Cuenca querido, qué harás ahora? ¿La arruinaste, te arruinaste… Te arruinaron?.
¿Ahora, quién podrá defenderlos?.

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